Joder, que
patético. Ves como se van uno a uno los coches del parking mientras te acabas
el sandwich.
Mejor dicho, que patético es tener que
comer sola, dentro de un coche, porque te de vergüenza hacerlo fuera.
Te sientes como... vacía... Sí, eso es,
vacía, como si entraras en un abismo tenue, sin paredes, con sólo una
dirección, que te arrastra a lo más profundo, donde se encuentran las cosas que
antes no podías ver.
Acaba de llegar un hombre. Ha aparcado
unos metros más allá. Ha salido con una bolsa de plástico y se ha ido a un
banco cercano. Parece que ya tiene experiencia en esto. Saca su tupper,
desenvuelve su tenedor y con el mismo pañuelo con el que estaba envuelto éste,
se coloca una especie de babero para no manchar su corbata tan maravillosa. Ya están
listos, él y su petaca.
Maldita radio... que oportuna eres a
veces... Justo ahora, cuando empiezas a ver tu reflejo en ese extraño hombre,
comienza a sonar Patience, de Take That. ¿Señal? Quién sabe...
Te preguntas si estaría bien invitarle a
comer juntos. Cada uno en una parte del banco, eso sí, todavía no estas lo
suficientemente loca como para comer junto a un desconocido.
Entre pensamiento y pensamiento el tipo
acaba su almuerzo y se va sin dejar huella. Así
que ale, sécate las lagrimas, vuelve a maquillarte y vuelve a fingir
que eres dura como un roble y que no te importa comer sola. Dentro de unos años
tú también tendrás una corbata maravillosa.